A fondo

A fondo...

Cuando hablamos de “limpieza a fondo” nos referimos a limpiar algo en profundidad.

Empleamos no solamente todas nuestras energías, sino también los recursos adecuados para lograr el objetivo: Nos vestimos con “ropas de fajina”, buscamos los productos de limpieza más efectivos, preparamos todos los elementos a utilizar y “tomamos por asalto” el lugar a limpiar. Movemos los muebles, recorremos los rincones, cepillamos, baldeamos, enceramos y no dejamos nada sin remover, hasta sacarle todo el brillo posible al lugar.

Dios también dice que así es como debe hacerse una limpieza...
Tomar la decisión:

“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras y os haré morar en este lugar” (Jeremías 7:3)
Usar productos eficaces:
“No fiéis en palabras de mentira, diciendo...” (Jeremías 7:4)
Darle la dedicación adecuada:
“Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia...” (Jeremías 7:5)

Cubrir todos los recovecos:

“Y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro” (Jeremías 7:6)
Así también, cuando debemos realizar algún tipo de cambio, éste debe ser radical:

“Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andan en todo camino que os mande, para que os vaya bien” (Jeremías 7:23)
Siempre habrá cambios por hacer. Siempre habrá lugares para limpiar. Nuestras vidas son como los pies de los discípulos, que se empolvaban con el diario andar y necesitaban tener una tinaja con agua limpia para lavarlos y una toalla para secarlos.

“...el que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio...” (Juan 13:10)
A. Houxley dijo: “Existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo”

Recordemos: Los cambios no se producen a menos que nos decidamos a iniciarlos...